miércoles, 18 de abril de 2012

CAPÍTULO 12

Me agaché hasta que mis ojos quedaron enfrentados con los suyos y le prometí que las cosas iban a cambiar. Yo misma me encargaría de ello pero debíamos aguardar a que la luna y las estrellas nos visitasen. Por lo pronto, conduje a la pequeña hacia el río y ambas nos sumergimos en ese agua deliciosamente gélida. Tras unos instantes de silenciosa cavilación en ese entorno en el que ningún sonido enturbiaba el transcurrir de la mente decidí distraer mi atención jugando con Liss, que nadaba enérgicamente de un lado a otro de la orilla. Sonreí ante esa evidente actitud infantil y súbitamente reparé en algo que antes me había pasado desapercibido.

- Liss, ¿por qué cuando te he dado los dos frutos sí te los has comido? Quiero decir, no te comes los que guardas en tu camiseta y sin embargo, los dos que yo he arrancado, sí.

- Tus frutos estaban demasiado inmaduros, obviamente.

- Obvio - respondí como si se tratase de lo más elemental del mundo.

- De haber esperado unos meses más, habrían madurado y los habría recolectado para comer en casa. Sin embargo, una vez que he visto que los habías arrancado... Da igual que estén malos, lo importante es que son comestibles. Eran - rectificó, acariciándose el estómago con satisfacción.

De repente, evoqué el sabor azucarado de las golosinas relamiéndome los labios como un felino. Y entonces, mi mente recordó que en el bolsillo trasero del pantalón vaquero descansaba una pequeña bolsita de Fini repleta de diversas golosinas.

- Te voy a llevar a mi casa - anuncié mientras salía del agua y escurría mi pelo mojado -. Allí tengo una sorpresa para ti.

Un destello de felicidad cruzó fugazmente por sus pupilas castañas y me tendió su mano. Estaba claro que había decidido confiar en mí sin reservas. Al fin y al cabo, poco podía perder ya. Mientras caminábamos bajo la atenta mirada del sol que nos contemplaba desde su cénit, le contaba los mismos cuentos que se repetían oralmente en la Tierra sin cesar. Generaciones y generaciones de humanos habían crecido escuchando esos mismos relatos. Ella me escuchaba fascinada, como si mis palabras hubiesen tejido una red en torno a ella que la hubiese capturado en su interior.

- ¿Y cuando la carroza se transformó de nuevo en calabaza, se la llevó para hacer una sopa? - me interrumpió, ávida de conocer el final de la historia.

- En realidad, no. Cenicienta ya había viajado en ella y había pasado la mejor noche de su vida gracias a su hada madrina - reí ante aquel final inédito -. Pero si te gusta más, podemos cambiarlo. Cenicienta se llevó la calabaza y al llegar a su casa, tras reconciliarse con sus hermanas y la madrastra, prepararon una riquísima sopa entre todas con la que obsequiaron al príncipe al día siguiente. Y al final, fueron todos felices y comieron mucha sopa de calabaza - le propiné una cariñosa palmada en la espalda y ella aplaudió, alegando que le gustaba más ese final improvisado.

En ese momento miré a mi alrededor y distinguí la pequeña casa en la que vivíamos Álex y yo. El sol arrancaba destellos dorados del tejado y las ventanas refulgían con su luz. Suspiré y tomé a la niña de la mano, rogando que a Álex no le molestase el hecho de que una desconocida fuese a desayunar en su casa. Aunque, quizá él ya la conociese. Tal vez habían coincidido antes y hubiera sido uno de los que le negaron alimento. Supe que las probabilidades de que aquello hubiera ocurrido eran mínimas y, con esa corazonada con la que pretendía, es más, quería, defender a mi amigo, introduje la tosca llave en la cerradura y empujé la puerta, que se abrió con un quejido lastimero.

No cabía en mí de asombro cuando distinguí a un saludable Álex atareado en la cocina. Me acerqué hacia él lo más rápido que me permitieron mis piernas y le reproché su actitud despreocupada. Por toda respuesta, él se limitó a exhibir una sonrisa pícara en su rostro y me acompañó a sentarme en el sillón.

- De algún modo tenía que darle las gracias a mi sanadora preferida por cuidar de mí toda la noche - señaló una mesita sobre la que descansaban dos platos con algunos alimentos. El desayuno iba a ser bastante escaso pero intuí que, tratándose de Rothwin, esos dos platitos constituían un verdadero banquete -. Son para ti.

- Ni de broma. La compartiremos. Yo apenas tengo hambre - mentí con la mirada fija en el suelo de madera. A mi pésima forma de fingir se unió un complot por parte de mi estómago, que comenzó a rugir furiosamente, reclamando la comida -. Vale, tengo hambre, pero quiero compartir la comida con vosotros. 

Fue al escuchar ese "vosotros" cuando Álex reparó en la presencia de Liss, que continuaba quieta en la puerta. Tras sonreír y presentarse, (por lo visto no se conocían de antes y yo había estado en lo cierto al defenderle), la invitó a sentarse conmigo.

- Álex, ¿puedes traerme mis pantalones vaqueros? Creo que los dejé en tu cuarto... - le pedí al ver que realmente el chico había recuperado fortaleza y vitalidad.

Él obedeció y extraje del bolsillo la bolsa de gominolas. Se la ofrecí a Liss, que la examinó con curiosidad.

- ¡Son gusanos! - exclamó con repugnancia arrojando la bolsita al suelo.

Me reí de buen grado ante la perplejidad del rostro de Liss, que, al parecer, nunca había visto, y mucho menos, probado, tal alimento. Rompí el plástico y me llevé a la boca uno de los deliciosos gusanitos. Dejé que el sabor dulzón se extendiera por mi paladar y acto seguido, me lo tragué. La niña reprimió una mueca y Álex dejó escapar dos carcajadas al reconocer lo que acababa de ingerir. Después me explicó que durante su estancia en la Tierra, es decir, durante su misión para encontrarme, había visto a miles de niños (y no tan niños) comer "eso".

- Pruébalos. Te gustarán - le aseguré a la niña, mientras Álex la cogía en brazos y la sentaba en el sofá, a mi lado.

Ella, tras seleccionar el gusano que le pareció más simpático, me imitó y tras llevárselo a la boca, se lo tragó sin apenas respirar. Entonces su expresión cambió.

- ¡¡Están riquísimos!! - me abrazó - Gracias.

- ¿Por qué me das las gracias?

- Tú has dicho antes que Cenicienta le dio las gracias a su hada madrina por que convirtió una noche en la mejor de su vida. Yo, por lo mismo. Aunque ahora es de día - aclaró.

6 comentarios:

  1. Whoa Liss es la niña mas adorable, incluso mas que la pequeña Yune, en verdad es tiernisima, hasta el grado de llorar, como ya te eh dicho con anterioridad, ME ENCANTA COMO CIERRAS CADA UNO DE TUS CAPITULOS, EN SERIO, SIGUE ASI Y NO DEJES DE TECLEAR

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  2. A mí también me encantan tus comentarios ;) La verdad que sí, la niña es muy cariñosa, jeje. Un abrazo y mil gracias x tu fidelidad con el blog.

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  3. Aaaaaaaaah *_* Este capítulo es precioso y muy tierno!
    Me encanta, me encanta como lo has acabado :)
    Sigue a sí! Y nunca dejes de escribir, tienes muchísimo talento!
    Estoy esperando con impaciencia el siguiente capítulo, ya lo sabes!
    Un beso escritora! ;)

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  4. bueno yo siempre he dicho que me encanta tu forma de escribir principalmente este cap!!!
    me sigue agradando alex, que buena que es esa niña, digo si fuera otra persona pensaria que le quiere robar sus frutos pero la niña es muy tierna y buena, aunque no me agrada su "tonito" que paso son Seyn?
    plis publica pronto
    besos
    cuidate

    PD: nunca dejes de escribir enserio eres muy buena en esto

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  5. Sëyn está en su casa, al fin y al cabo, tan solo están desayunando y ellos se despidieron la noche anterior. Pronto volveréis a saber de él ;) Me imagino que el próximo capítulo estará disponible el miércoles por la tarde. Un abrazo a todos y GRACIAS!

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  6. Pfff me encantan todos tus capítulos, no puedo poner nada sobre este sin hacer referencia a los demas, no seria justo. Emoción, intriga, romance y el estar pendiente de cuando subirá otro capítulo my dear escritora no lo consiguen todos, te lo aseguro. Y tu consigues que todas esas sensaciones se vayan incrementando capitulo a capitulo.Me encanta Liss es genial, y da un toque dulce e ingenuo que te hace cogerla cariño enseguida. Me encanta!!!!!

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